lunes, 28 de noviembre de 2011

Del papel a la pantalla: "EL RINCÓN DE LAS VÍRGENES"". México, 1972

Ficha técnica:

Director: Alberto Isaac.
Guión: Alberto Isaac, basado en los cuentos "Anacleto Morones" y "El día del derrumbe" de Juan Rulfo.
Fotografía: Raúl Martínez Solares y Daniel López.
Música: Joaquín Gutiérrez Heras.
Edición: Carlos Savage.
Reparto: Alfonso Arau (Lucas Lucatero), Emilio Fernández (Anacleto Morones), Rosalba Brambila (Leona), Carmen Salinas (Pancha Fregoso), Lilia Prado (Nieves García), Pancho Córdova (Melesio Terrones), Héctor Ortega (gobernador)
Productora: Estudios Churubusco Azteca, Angélica Ortiz.
Duración: 93 mins.

En 1972, Alberto Isaac se sirvió de varias narraciones de Juan Rulfo para realizar su película El rincón de las vírgenes cuya historia la sitúa en los años veinte del siglo pasado; Pancha Fregoso (Carmen Salinas) y Nieves García (Lilia Prado) encabezan una procesión religiosa femenina que llega a la casa de Lucas Lucatero (Alfonso Arau). Nieves llora al recordar (flashback) sus amores con Lucas, por los que hubo de abortar. Pancha quiere que Lucas las acompañe a Comala para pedir la canonización del santón Niño Anacleto (Emilio Fernández). Flashback. En la calle, el varillero Anacleto vende cosas varias, incluidos los corridos que canta con guitarra su supuesta hija y amante Leona (Rosalba Brambila). Anacleto ofrece trabajo de merolico a Lucas, “explicador” en el cine local. Lucas clama “milagro” al exponer Anacleto sin daño su torso desnudo a unas hormigas voraces y ganar así fama de curandero. Guiado por lo que le enseñó un chino, Anacleto cura con agujas a la hija de Melesio Terrones (Pancho Córdova), cacique de Comala, y se establece en el lugar. A una chica rabiosa que le dice “come caca”, Anacleto la “cura” con sexo, lo mismo que a otras. Para devolverle a Melesio su potencia sexual, Anacleto le da una pomada hecha con los genitales cortados a unos muertos. Se sabe que un hombre acusado de ese delito ha muerto en la cárcel. Se casan Lucas y Leona. En su noche de bodas, se produce un terremoto. Llega el gobernador (Héctor Ortega a comprobar los daños y Anacleto para en la cárcel por “curar” un dolor de espalda a la gobernadora (Marcela López Rey). Fin del flashback. Como las demás mujeres se han ido yendo, dado lo inútil de la empresa, Pancha se acuesta con Lucas y recuerda que también lo hizo con Anacleto. Flashback. Ya libre Anacleto, gracias a Melesio, pide en vano dinero a Lucas y éste lo mata y lo entierra en el patio de su casa después de pelear con él. Vuelve la errabunda Leona y se va corriendo desnuda al sospechar el asesinato de Anacleto.

Mientras aparecen los primeros créditos de la cinta, se ve cómo Anacleto y Lucas chapotean felices en el agua con unas jóvenes, todos cubiertos apenas con delgados camisones blancos. De eso se pasa a la acción propiamente dicha, y el desfile con estandartes y cánticos religiosos de una beatas (la Congregación de Comala) impone de inmediato un contraste intencionado con la anterior imagen lúdica, la del baño. Así, Alberto Isaac se sustentó en varias narraciones de Juan Rulfo para ver en Anacleto Morones no al personaje trágico imaginado por el autor jalisciense, sino un tipo gozoso y capaz de hacer triunfar la sensualidad sobre la represión con las armas de la picaresca: en un local adornado con retablos agradecidos, un cuadro anatómico de acupuntura, animales raros y toda suerte de objetos indicadores de la función mágica, el hombre y sus ayudantes lucen cintas en la cabeza, guirnaldas y ropones blancos para “velar el sueño” de las jovencitas y dejar sin vírgenes a la región. Esa impostura de efectos terapéuticos tiene un cómplice y testigo: Lucas, un analfabeto con imaginación verbal que se refiere a “la humanidad de la vida” y usa mucho el “o séase” (por ejemplo: “ofensa impía, o séase desacato”) como “explicador” de las películas mudas exhibidas en un cine al aire libre llamado Lucero donde Anacleto se mete sin pagar diciéndose “enviado por el arzobispo para supervisar la moralidad”. Por saber bien quién era en realidad Anacleto, Lucas trata con socarronería a las beatas que lo visitan en el baño, sirve ponches de granada que ellas beben con avidez y revive en las mujeres antiguas inquietudes eróticas. Al final, se sabrá que Lucas mató a Anacleto y cubrió su cadáver con unas piedras que sirven para tender ropa lavada, pero es una lástima que Isaac no haya dejado en claro el verdadero móvil del crimen, aunque una bella imagen final, la de Rosalba Brambila corriendo desnuda por el bosque, haga suponerlo: Lucas ha hecho pagar a su supuesto suegro la condición huidiza de su joven esposa. Otra fallas de la cinta -fotografía dispareja, sonido sin distintos volúmenes- no son atribuibles al director como a problemas de filmación y procesado. 

A cambio de sus defectos, la película tiene virtudes muy estimables: Isaac afinó su observación de un mundo provinciano y rural, muy caro a sus efectos nostálgicos, ya explorados por él en En este pueblo no hay ladrones y, sobre todo, en Los días del amor, cinta ubicada en el mismo ambiente y la misma época que El rincón de las vírgenes; el diálogo está lleno de expresiones sabrosas que suenan naturales en labios de su buenos intérpretes, y los propósitos satíricos tienen su más cabal expresión en una secuencia notable: llega el gobernador a inspeccionar los daños causados por el terremoto, hace caer una casa afectada con sólo tocarla, pide que le interpreten “no sabes del alma las horas de luto” (canción con recitado) y lanza un divertido discurso conceptuoso durante un banquete al aire libre celebrado con dinero que tendría mejor empleo en el alivio de los perjuicios del sismo, según se comenta, y, una vez que el convivio es interrumpido por los disparos al aire de un comensal borracho, se traslada con todo y séquito al lugar donde su esposa, acostada, deja que Anacleto manipule su espalda desnuda.

Texto tomado de: http://2neweb.com/gazete/?p=960 



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