lunes, 29 de octubre de 2012

Cine y fotógrafos. BLOW UP (DESEO DE UNA MAÑANA DE VERANO). Reino Unido/ Italia, 1966.


FICHA TÉCNICA

Título original: Blow Up. 
Duración: 111 min. 
Dirección: Michelangelo Antonioni.
Guión: Ted Elliott, Terry Rossio.
Reparto: David Hemmings, Vanessa Redgrave, Peter
Bowles, Sarah Miles, John Castle.
Música: Herbie Hancock.
Fotografía: Carlo di Palma.


RESEÑA



No es, en este sentido, casual ni accesoria la ambientación social de la película: estética mod y superficialidad en las actitudes. El mismo protagonista es un fotógrafo de éxito, imbuido en el mundo del reportaje de moda textil, frívolo, despreocupado y egocéntrico. Su vida se centra en la fotografía, mezcla de placer y espacio de dominio; mundo del que cuelgan, desprendidas, desordenadas, efímeras, sus relaciones sentimentales. Su casa-estudio fotográfico (arquitectura que se presta a la perfección a los motivos de la película) refleja la personalidad de Thomas: hombre de entrada y salida veloz, de caprichos materiales y personales, de carácter petulante y alimentado de impulsos. A su alrededor pululan modelos profesionales, de plantilla y adolescentes en busca de fama: explosiones coloridas de atuendos estrafalarios y mentalidad vacía. Por encima de ellas, Thomas; siempre Thomas.
A lo largo de las casi dos horas de metraje asistimos a los continuos viajes del fotógrafo que Antonioni aprovecha para jugar de nuevo con el paisaje y los efectos visuales: el coche atraviesa diversas calles flanqueadas por interminables edificios de un rojo violento que el director encarga pintar expresamente. «La mayor dificultad con la que me he encontrado ha sido la de representar la violencia de la realidad. Los colores embellecidos y edulcorados son a menudo los que parecen más duros y agresivos.» (Michelangelo Antonioni en el Corriere della Sera, 12 de febrero de 1982.)
Podría resultar desconcertante y, sobre todo, de montaje gratuito la larga duración de algunas escenas. Sin embargo, todas ellas tienen un propósito común: alterar la realidad. Así, tanto la estética y el sonido —música en directo o tocadiscos— como la frivolidad de ciertos gestos (ya sea los de Thomas, ya los de los restantes personajes) contribuyen a poner de relieve un ambiente en el que se confunde lo real y lo no real, la percepción alterada. El caso más claro es el de la fiesta a la que Thomas acude en busca de un amigo: confusión de cuerpos, droga y rock'n roll, una gigantesca alucinación colectiva.
Precisamente las escenas más verosímiles son las que tienen lugar en el parque donde Thomas fotografía a la pareja, hecho desencadenante de la historia central. Tras la ida de Jane (Vanessa Redgrave) de su estudio —intento de chantaje carnal de por medio, nueva muestra del erotismo y de la sensualidad presentes en la película—, Thomas se afana en revelar y ampliar de forma casi obsesiva las fotos tomadas. Se suceden a partir de entonces varias escenas en las que vemos a Thomas reconcentrado, reflexivo colocando las ampliaciones ("blow ups") por todo el cuarto, de forma de lograr una secuencia cronológica y espacial de las imágenes.
«Cuando se utilizan ampliadoras [...] pueden verse cosas que probablemente el ojo desnudo no sería capaz de captar [...]. El fotógrafo de BLOW UP, que no es un filósofo, quiere ver las cosas más de cerca. Pero lo que sucede es que, al ampliarlas demasiado, el objeto se desintegra y desaparece. Por lo tanto, hay un momento en que asimos la realidad, pero ese momento pasa. Este es en parte el significado de BLOW UP.»
 El ojo se coloca a nivel del objetivo de la cámara; sólo así podrá captarse lo que, tiempo antes, quedó fijado en la película fotográfica: «cuando miramos una foto de frente, los ojos repiten exactamente la posición y la visión del objetivo; son esas cosas que se dan por sentadas y que a nadie se le ocurre considerar. Desde mi silla, con la máquina de escribir por delante, miraba la foto ahí a tres metros, y entonces se me ocurrió que me había instalado exactamente en el punto de mira del objetivo. Estaba muy bien así; sin duda era la manera más perfecta de apreciar una foto» (Cortázar, “Las babas del diablo”).
El protagonista se asume como espectador, como "ojo al otro lado". A lo largo de toda la película se subrayan de forma patente el exhibicionismo y el voyeurismo, siendo Thomas el exponente de este último: observa la desnudez de las dos adolescentes (la pelea entre risas y papel violeta), los pechos que Vanessa Redgrave ofrece a cambio de los negativos, el acto sexual entre su vecino pintor y su novia y, por supuesto, el presunto asesinato en el parque. La propia cámara de Antonioni sitúa al espectador en una confusión de perspectivas, ya no se sabe quién es el que observa: Thomas, la cámara de Thomas, la imaginación de Thomas.
La secuencia final repite elementos del comienzo, pero sólo ahora se comprende la importancia de la fiesta de los mimos. Con sus ropas, su maquillaje, su silencio —su estética alterada, al fin y al cabo— se bastan para recrear todo tipo de escenas y actos. El largo partido de tenis imaginario, al que Thomas asiste primero como mero espectador, nos ofrece la clave de las obsesivas ampliaciones. En el momento en el que Thomas entra en el juego para devolver la pelota al campo y se escucha el golpeteo contra las raquetas —único sonido en toda la escena- la duda se apropia de su rostro—. Ni la pelota ni las raquetas existen en la realidad, son el punto elaborado por la imaginación.
¿No pudo ser el cuerpo fotografiado de los arbustos algo también inexistente fuera de la alteración de la mente?

Fuente: http://www.larevelacion.com/Cine/blowup.html


GALERÍA







 






TRÁILER (en inglés)




ENLACE DE INTERÉS

Para descargar el relato de Julio Cortázar "Las babas del diablo", en el que está basado el guión de la película, click aquí